La investigación se enmarca en los estudios de las migraciones internacionales orientados a conocer los efectos socio-emocionales producidos por la emigración en las sociedades de origen, bajo una perspectiva transnacional (Glick-Schiller, Basch, & Szanton-Blanc, 1992). Se ha focalizado el interés en el Perú, en un barrio periférico la ciudad de Lima llamado San Juan de Lurigancho donde, en el marco de familias y hogares transnacionales (Bryceson, & Vuorela, 2002; Rivas, & Gonzálvez, 2009), se ha investigado el eslabón left-behind y por eso más invisibilizado de las así llamadas cadenas globales de cuidado (Hochschild, 2001; Parreñas, 2001): las hijas y los hijos de emigrantes que se quedan en origen. El objetivo investigador es conocer los efectos y procesos emocionales experimentados por la descendencia que se queda (Herrera, 2013), a raíz de la migración de madres y/o padres de un núcleo doméstico-familiar y de su consecuente reorganización y circulación de cuidados, afectos y emociones (Baldassar, & Merla, 2014).
La migración de un individuo es un proyecto que consta de una serie de negociaciones y ajustes familiares y que produce, a su vez, reajustes internos, convirtiéndose así en una estrategia familiar (Lacomba, 2004; López Olivares y Villamar, 2004; Solé, Parella, & Cavalcanti, 2007). A la base de estas estrategias y negociaciones reciprocas y asimétricas, encontramos una red de cuidados que por un lado posibilita su misma circulación y por otro lado configura su demanda, oferta, presencia y ausencia caracterizando el flujo, la redistribución, el transvase y la circulación transnacional de los cuidados (Solé, Parella, & Cavalcanti, 2007; Hochschild, 2001; Parreñas 2001; Hondagneu-Sotelo, 2007; Herrera, 2013; Molano Mijangos, Robert, & García Domínguez 2012; Zimmerman, Litt, & Bose, 2006; Baldassar, & Merla, 2014).
En esta estrategia familiar, sin embargo, puede que las opiniones de las y los menores no sean tenidas en cuenta, debido precisamente a su edad. Por eso, la decisión de emigrar de los progenitores puede conllevar oposiciones de puntos de vista y, por lo tanto, conflictos emocionales para las hijas y los hijos que se quedan, viajan o se reagrupan posteriormente con los progenitores (Gaitán et al. 2007; Duque Parámo, 2011; Pávez Soto, 2011; Portes, Vickstrom, & Aparicio, 2012).
Teniendo en cuenta tanto una aceptación pasiva, así como una involucración activa en el proyecto migratorio de la madre y/o el padre por parte de las y los menores, el estudio se enfoca en los efectos subjetivos estructurales y emocionales que las y los jóvenes experimentan a raíz de la migración de sus progenitores.
Esta investigación se centra en las experiencias de las alumnas y alumnos (entre los 11 y 17 años de edad) de un centro público escolar de secundaria de la ciudad de Lima. A través de sus testimonios sobre sus núcleos familiares y sobre la emigración de los progenitores, se han investigado los cambios estructurales en las relaciones de cuidado (Thomas, 2011; Aguirre, 2011) dentro del hogar a raíz de la migración (y el retorno) de la madre y/o padre y los efectos emocionales que la reorganización y el replanteamiento de estas relaciones conlleva (D’Aubeterre, 2002; Herrera, & Carrillo, 2009). Se han tenido en cuenta, sobre todo, las relaciones y vínculos emocionales en la distancia entre la madre y/o padre emigrados e hijas/os, así como los vínculos emocionales de éstos últimos con los familiares que se quedan, en particular con la o las personas encargadas de su cuidado.
El objetivo general de esta investigación, relativo a los hijos y las hijas de personas emigradas, es conocer sus universos emocionales (Ramos Tovar, 2012) en relación a la partida y ausencia de su madre y/o su padre; sus estrategias personales para la superación de un eventual duelo migratorio (Falicov, 2001; González Calvo, 2005); las relaciones y vivencias afectivas en la distancia, y el “reemplazo” emocional y de cuidado por parte de otra/s persona/s (Poeze, & Mazzucato, 2014; Dreby, 2006; Parreñas, 2005; Gamburd, 2008; Medina, & Duque-Páramo, 2011; Herrera, & Carrillo, 2009; Gregorio Gil, 1998 ; Hochschild, 2001).
Para ello se plantean interrogantes sobre la posibilidad de que las comunicaciones y prácticas transnacionales (Levitt, & Glick Shiller, 2003; Portes, Guarnizo, & Landolt, 2003) cómo llamadas telefónicas y video-llamadas, chats y mails, remesas económicas y remesas sociales, viajes y regalos (entre progenitores emigrados e hijas/os en origen), actúen como sustitutivo de la presencia física cotidiana, llegando a conformarse como cuidados a la distancia en sus contenidos de gestión de lo cotidiano, tanto de cuestiones materiales como afectivas y emocionales. Asimismo, se pregunta a las y los entrevistados sobre cómo se sienten cuidados desde la distancia y si consideran que la figura de su madre y/o su padre ausente ha sido remplazada por el progenitor que se ha quedado o por la/s persona/s que les cuida en su lugar. Además se profundiza sobre las emociones y los sentimientos experimentados hacia las madres y los padres ausentes y la evolución en el tiempo de dichos sentimientos.
Familia transnacional, circulación de cuidados y emociones
Los estudios sobre migraciones desde una perspectiva transnacional, han delineado poco a poco un interés para los efectos micro sociales de ámbito local, que la dispersión geográfica ocasiona en las comunidades, en los hogares y en las familias de migrantes. De esta manera, las investigaciones se han centrado en los hogares y las familias separadas por la migración como unidad de análisis, buscando comprender cuáles son los mecanismos que permiten a sus miembros interiorizar sus vínculos, manteniendo, como apuntan Deborah F. Bryceson y Ulla Vuorela (2002), un fuerte sentimiento de pertenencia, de unidad y de proyecto común en su bienestar colectivo, a pesar de las distancias y la dispersión geográfica. Estas autoras definen la familia transnacional (o multisituada o multilocal) como:
aquella familia cuyos miembros viven una parte o la mayor parte del tiempo separados los unos de los otros y que son capaces de crear vínculos que permiten que sus miembros se sientan parte de una unidad y perciben su bienestar desde una dimensión colectiva, a pesar de la distancia física (Bryceson, & Vuorela, 2002:2).
La familia transnacional es, por tanto, una “comunidad imaginada” (Anderson, 1993), una construcción de los miembros que les condiciona en el desarrollo de sus vidas cotidianas más allá de las fronteras estatales. Se trata de una temática actual y en continuo fermento ya que pone de manifiesto la necesidad de superar aquellas barreras construidas y arraigadas históricamente que enmarcan las identidades colectivas y nacionales así como las familiares dentro de un contenedor rígido (el del estado-nación o del ámbito doméstico-familiar y el parentesco), el cual les permitiría mantenerse vivas. Dicho esto, el planteamiento de los hogares, las familias y el parentesco transnacionales permite analizar en sus vivencias cotidianas, la superación de aquella necesidad meramente física, cercana y corporal que se ha considerado hasta ahora como elemento indispensable en las relaciones de cuidados (Baldassar et al., 2007; Merla, 2012; Poeze, & Mazzucato, 2014; Goulbourne, Reynolds, & Zontini, 2009).
De esta manera se incorporan en el lente transnacional aquellas vivencias, agencias, prácticas y estrategias emocionales y afectivas transnacionalizables en cuanto posibles de ser re-configuradas, sentidas, recibidas, brindadas, rechazadas y también negadas desde la distancia, circulando a través de las fronteras de un mundo globalizado. Los cuidados entendidos en clave multidimensional (en su acepción material, psicológica, relacional y emocional), pasan a ser la pieza fundamental dentro del puzzle transnacional, con la cual las personas separadas geográficamente hacen y re-hacen familia (Goulbourne et al., 2009), redefinen roles y reinterpretan sentimientos en ella establecidos socialmente, culturalmente e históricamente.
La incorporación femenina en el ámbito productivo y migratorio (nacional e internacional), y su consecuente ausencia en el ámbito doméstico-familiar, pone de manifiesto el desequilibrio entre el binomio público/privado en el sistema neo-liberal, tanto en las sociedades de origen así como en las de destino de la migración. La solución a este desequilibrio, se ha dejado casi totalmente en manos de las mismas mujeres, que a través de un sobre esfuerzo y una “doble presencia”, tienen que compaginar las tareas productivas con las reproductivas (Balbo, 1978). Además, aquellas que pueden, delegan las tareas reproductivas a otras mujeres, tanto de su propio ámbito familiar -como por ejemplo las abuelas- (Bianchi-Pernasilici, & Piras, 2015), así como provenientes de otras familias, clases, etnias y países (Salazar, 2010), generándose de esta manera aquella “crisis de los cuidados” que ya Arlie R. Hochschild analizaba en 1995 y que sigue siendo vigente y cada vez más urgente de solucionar hoy en día. Estos “vacíos” de cuidados que la incorporación de la mujer en el mercado laboral nacional e internacional ha provocado, ponen de manifiesto y reproducen las desigualdades existentes entre los géneros (Bastía, 2014), y de manera transversal entre clases, etnias y entre localidades pertenecientes a una “contra-geografía de la globalización” (Sassen, 2003). Ahora, a partir de un análisis que sigue el recorrido de los cuidados a escala global, los cuales circulan a través de la migración feminizada, algunas autoras han identificado unas cadenas cuyos eslabones están conectados internacionalmente y que por eso han definido “cadenas globales de cuidados” (Ehrenreich, & Hochschild, 2003; Hondagneu Sotelo, 2007; Pérez Orozco, 2006). Este concepto se refiere a la transferencia transnacional de cuidados y afectos en base a ejes de poder que se intersecan entre lo local y lo global, y que de manera desigual permiten a algunos hogares (los eslabones de las cadenas) de gozar de cuidados privilegiados y a otros de experimentar un déficit (Herrera, 2013).
Se puede afirmar por tanto, que el interés por los efectos micro locales y sociales en el ámbito doméstico y familiar que la movilidad humana conlleva está directamente relacionado con la feminización de las migraciones (Herrera, 2013; Oso Casas, 2008; Saraceno, 2012; Ambrosini, & Abbatecola, 2010). Es por estas razones que los estudios sobre familias y hogares transnacionales se han centrado prioritariamente en las relaciones familiares entre madre emigrada y su descendencia que se ha quedado en origen al cuidado de otras personas. Relaciones, prácticas y vivencias que se han definido como infancia transnacional (Poeze, & Mazzucato, 2013; Dreby, 2006; Parreñas, 2005; Gamburd, 2008; Medina, & Duque-Páramo, 2011; Herrera, & Carrillo, 2009; Gregorio Gil, 1998; Hochschild, 2001) en el caso de los estudios relativos a la descendencia left-behind; y maternidad transnacional en aquellos relativos a las madres emigradas y al ejercicio de su maternidad desde la distancia (Hondagneu-Sotelo, & Ávila, 1997; Parreñas, 2001, 2005; Skrbis, 2008; Solé, Parella, & Cavalcanti, 2005; Hochschild, 2001; Wagner, 2008; Lagomarsino, 2014).
Así como han señalado algunas autoras (Herrera, 2013; Lagomarsino, 2014; Pedone, 2008; Ehnrereich, & Hochschild, 2003; Parreñas, 2005) tanto en las sociedades de origen así como en las de destino de la migración transnacional, se ha acumulado y difundido en la opinión pública (alimentada por los debates mediáticos), una preocupación alarmista sobre la infancia y la maternidad transnacional, sobre los vacíos de cuidados que la migración femenina provocaría en origen, evidenciado algunos aspectos negativos que la separación física entre madre y descendencia conlleva para ambas partes, esgrimiendo razones estereotipadas sobre la unión familiar, suportadas por una visión psicologicista de la desestructuración familiar y del abandono de la descendencia por parte de las madres (con las graves consecuencias desestabilizadoras que este abandono acarrearía a la descendencia). Los estudios de las autoras arriba mencionadas por tanto, están orientados a: por un lado desmontar la imagen negativa y estereotipada que la moral conservadora y el discurso sancionador (tanto en origen cómo en destino) atribuiría a las mujeres migrantes como “malas” madres que abandonan a sus hijas e hijos; y por el otro lado a analizar y demostrar que existen otras maneras de experimentar la relación madre-descendencia, siendo una de éstas a través de la distancia física, la cual no siempre, ni de manera automática produciría desestructuración familiar.
De acuerdo con las teorizaciones de las autoras arriba mencionadas, sin embargo se presta atención también a Lagomarsino (2014), según quien estas posiciones corren el riesgo de deslegitimar aquellos reclamos de cercanía física o de reagrupación familiar sentida por madres e hijos, atribuyéndolos a una construcción cultural paternalista y de visión tradicionalista de la familia. Para concluir, considero que parte del reto investigador que los estudios sobre familias transnacional debe enfrentar es precisamente atribuir legitimidad a cada una de las subjetividades experimentada por los actores sociales involucrados en el proceso, demostrando que el sentido de “ser familia” parte de una construcción social, histórica, política y cultura, la cual pero está sujeta a mecanismos de acción social e individual que permiten renegociar el concepto y el sentido de “familia” como él de un ente en continua construcción que entre otras cosas se ve condicionado en sus dinámicas y representaciones por las políticas migratorias y de gestión de cuidados de los países de origen así como de destino (Gil Araujo, & Pedone, 2014; Herrera, & Carrillo, 2009; Lutz, & Palenka-Mollendorf, 2011).
Metodología
El trabajo de campo se ha desarrollado en un centro escolar estatal de San Juan de Lurigancho (distrito periférico al este de la capital limeña) con veinticinco alumnos y alumnas de secundaria (de edades entre los 11 y 17 años) con progenitores emigrados al extranjero y/o retornados. Del grupo de entrevistado, diez son mujeres y los restantes quince son varones. Para la recogida de datos he utilizado métodos cualitativos como entrevistas abiertas semi-estructuradas y entrevistas abiertas con dinámicas grupales. De estos 25 alumnos/as, ocho tienen a su madre emigrada, trece a su padre, y dos de ellos tienen a ambos progenitores emigrados. Además participaron dos alumnos/as con progenitor retornado: una madre y un padre.
Antes de empezar la investigación, se han tenido diversas reuniones con la dirección del centro escolar y con el conjunto del profesorado para informarles de los métodos de trabajo de campo y se ha llegado a un acuerdo con ambas partes. Tratándose de menores de edad, la dirección del centro se ha encargado de avisar y pedir permiso a los progenitores para las entrevistas. Para conseguir un diagnostico general del universo familiar escolar, en primer lugar diseñé un cuestionario general auto-rellenable a modo de Ficha de Captación (FC) ya que su finalidad era establecer un primer contacto con el alumnado y conseguir información sobre la existencia de experiencia migratoria en el hogar del que procedía cada alumno y alumna. Esta ficha pretendía detectar el alumnado con experiencia migratoria familiar actual o pasada, tanto a nivel general (parentesco extenso) cómo específicamente de progenitores (madres y padres). Además, quería averiguar la composición del hogar (nuclear y/o extenso) y las personas encargadas del cuidado del alumnado contactado. La Tabla 1 recoge información descriptiva del centro escolar.
Tabla 1
Situación migratoria de progenitores de estudiantes en el centro escolar San Juan de Lurigancho
Alumnado | Alumnos/as Total |
% Respecto (A) | % Respecto (B) |
% Respecto (C) |
centro escolar (a) | 2000 | 100,0 | ||
primaria | 1100 | 55,0 | ||
secundaria (b) | 900 | 45,0 | ||
captados/as (c) | 683 | 75,9 | ||
con progenitor emigrado/retornado | 59 | 8,6 |
Fuente: Elaboración propia.
En total se consiguió “captar” 683 alumnos y alumnas, del universo total de 900 de secundaria. Una vez localizado (con el pase de esta ficha) el alumnado con progenitor emigrado y/o retornado, realicé el pase de un cuestionario semi-estructurado y posteriormente sesiones con dinámicas de grupo. Del total de 59 alumnas/os que convoqué para la realización de una entrevista semi-estructurada (ESE) a través del cuestionario, aceptaron reunirse conmigo y contestar a un cuestionario con preguntas abiertas 25. En la tabla 2 se resumen los datos sobre el alumnado que ha respondido a la entrevista semi-estructurada (ESE), según tipo de experiencia migratoria familiar.
Tabla 2
Estudiantes que responden a la entrevista semi-estructurada a tenor de la experiencia migratoria de progenitores y sexo
Alumnado | Mujeres | Varones | Total |
Con madre emigrada | 3 | 5 | 8 |
Con padre emigrado | 6 | 7 | 13 |
Con ambos progenitores emigrados |
0 | 2 | 2 |
Con madre/padre retornados | 1 | 1 | 2 |
Total | 10 | 15 | 25 |
Fuente: Elaboración propia
Para realizar las reuniones grupales, primero dividí el alumnado por grupos en base a sus afinidades con respecto a la experiencia familiar migratoria. Por eso empecé con un grupo formado solo por alumnado con madres emigradas, para seguir con el alumnado con padres emigrados. Finalmente continué las sesiones con grupos mixtos formados por alumnado con padres y/o madres que hubieran emigrado y/o retornado. La actividad realizada durante las 6 reuniones fue la conversación y todas duraron aproximadamente dos horas.
Tabla 3
Sesiones de reuniones de grupo
Grupo de Alumnos/As | Actividad | Mujeres | Varones | Total |
1) Con mamás emigradas (GM) | Conversación | 2 | 4 | 6 |
2) Con papás emigrados (GP) | Conversación | 4 | 3 | 7 |
3) Mixto 1 (GMX1) | Conversación | 1 | 3 | 4 |
4) Mixto 2 (GMX2) | Conversación | 2 | 2 | 4 |
5) Mixto 3 (GMX3) | Conversación | 5 | 7 | 12 |
6) Mixto 4 (GMX4) | Conversación | 4 | 8 | 12 |
Fuente: Elaboración propia
Resultados
Sentimientos generados a raíz de la emigración de madres y padres
Ambivalencia de sentimientos y su evolución en el tiempo
Las jóvenes y los jóvenes con progenitores emigrados, ya sean madre y/o padre, comparten en su mayoría un sentimiento de tristeza profunda debido a la partida de su ser querido, sentimiento que ha ido evolucionando con el tiempo. Destacan momentos de inestabilidad emocional y ambivalencia de sentimientos con respecto a la persona ausente: por un lado se sienten tristes debido a la lejanía física del familiar que la migración conlleva, pero al mismo tiempo se sienten orgullosos de ello, por el esfuerzo que hacen los progenitores con el objetivo de mejorar la vida familiar y que interpretan como una manifestación de afecto hacia ellos.
‘Muy triste, pero a la vez feliz porque se fue para salir adelante.’ (Alumna con madre emigrada)
Los sentimientos generados a raíz de la migración han ido cambiando con el tiempo, según hayan ido entendiendo las razones de esa ausencia y hayan conseguido elaborar el duelo migratorio. Reconocen haber pasado por diferentes etapas, transformando los sentimientos negativos y dañinos, en sentimientos más positivos con el tiempo.
‘Al principio me daban depresiones cada año, y no se sentía igual por más que estuviera con mi mamá.’ (Alumna con padre emigrado)
Los estados de ánimo generados a raíz de la partida del progenitor son ambivalentes y yuxtapuestos, variando entre la depresión y la tristeza por sentirse abandonados, el rencor y el orgullo, la satisfacción y el agradecimiento. La edad temprana en el momento de la partida del progenitor les ha afectado mucho ya que ellos mismos consideran edades de especial necesidad de la presencia de los progenitores. Hay momentos simbólicos que de alguna manera hacen experimentar más la sensación de extrañar a la persona ausente: situaciones de comparación con otros coetáneos acompañados, apoyados y recogidos por el progenitor al colegio o al parque, y fechas de celebraciones rituales (personales y familiares como los cumpleaños), tal y como reportan las citas reproducidas a continuación:
‘Depende de lo que… esa persona que se ha ido, lo que hay ahí, los sentimientos que haya dejado, por ejemplo, en mi caso, mi mamá se fue cuando yo tenía 7 u 8 años, y como que yo no recuerdo la convivencia mucho con mi mamá, entonces sí, la extraño, porque veo… por ejemplo, estoy en el parque y veo a otras personas con su mamá y como que también en cierta forma me ha afectado…’ (Alumna con madre emigrada)
La comparación funciona como dispositivo del recuerdo, de sentimientos de tristeza y de echar en falta algo que casi no recuerdan lo que es, por haberlo apenas experimentado en el pasado. También las promesas de reuniones familiares debidas a celebraciones, pueden producir sentimientos de tristeza y frustración cuando no llegan a cumplirse por razones económicas muy frecuentes cuando se está tan lejos:
‘…y yo le dije, papá me dijiste que ibas a regresar el 6 que es mi cumpleaños, dice si, te lo prometí pero no hay pasajes, los vuelos están demasiado caros.’ (Alumna con padre emigrado)
Con el pasar de los años se han acostumbrado a la lejanía y, por lo tanto han permitido elaborar el duelo. Los sentimientos experimentados han sido de tristeza y rencor. El rencor aparece en las entrevistas como un sentimiento que se ha dado en el pasado y que debe ser evitado de manera consciente y forzosa. Así con el crecimiento y la maduración personal (probablemente con el paso de la niñez a la juventud) hay variaciones en los estados de ánimo y por lo tanto elaboración del duelo migratorio.
‘Antes si (sentía rencor)… como que no lo veía de la forma con la que lo veo ahora… pensaba: “¿porque se fue? Porque me dejó? Si yo la necesito…” o cosas así… pero eran momentos en el cual me deprimía por así decirlo. Pero de ahí como que lo estoy viviendo de otra manera, que ella quiere lo mejor para nosotros…y por eso se fue. En cierta forma me ha afectado… pero lo he sabido sobrellevar.’ (Alumna con madre emigrada)
Estrategias personales para la superación del duelo
Los hijos e hijas entienden las razones que llevan a tomar la decisión migratoria de sus madres y/o padres, que sienten la necesidad “de salir adelante”, de mejorarse como personas y como progenitores y de ofrecer una vida mejor a sus hijos/as. Cómo se ha visto, recurren a estas razones para elaborar su proprio duelo y, no obstante, sienten que hay un desbalance entre las mejoras familiares tangibles que se consiguen con el aporte económico de la persona emigrada y el vacío afectivo que produce su ausencia, que queda más invisible, latente en la intimidad de cada persona. Así, a pesar de entender las razones de la migración y de esforzarse por vivir la situación de una manera “positiva”, parece que el duelo tiene un itinerario recurrente y circular de superación y caída, como se aprecia en esta conversación entre un alumno y una alumna con madres emigradas:
‘Alumno: no sé ya de un momento a otro me dije: porque voy a ponerme triste, mi mamá está bien, y se preocupa por mí así que…
Alumna: pero te hubieras sentido diferente si tu mamá hubiera estado presente…
Alumno: también, pero se fue para mejorar la situación económica… tiene sus pro y sus contra…
Alumna: bueno mi mamá se fue justamente para eso, para sacarnos adelante a mí y a mi familia y bueno lo valoro mucho
Alumno: lo mismo…
Alumna: pero no siempre lo material va a cambiar los sentimientos… lo material no sustituye los sentimientos, podemos tener un montón de cosas pero la parte sentimental, no puede remplazar el hecho que mi mamá no esté, como que… hay un desbalance…’ (Grupo mixto 1)
Otra estrategia que alivia por momentos la tristeza y ayuda a sentir cerca la persona ausente, son los objetos personales de la persona emigrada. Recurrir a los objetos que la persona ausente ha dejado en el hogar funciona como sustitutivo de su presencia. Los objetos personales del progenitor son sacados de los armarios para sentir su olor, ser vistos, tocados o utilizados. Forman parte de un ritual muy íntimo, durante el cual los hijos se sienten aplacados emocionalmente:
‘Alumno: Cuando mi mamá viajó cuando yo tenía 6 años, mi mamá dejó ropas… su ropa… yo abría sus cajones y abrazaba sus blusas….
Alumnos: jajajaa
A1: haciendo como que estaba a mi lado… dormía con la ropa de mi mamá.
Alumnos: jajaja
Alumna: te entiendo… a mí me pasaba cuando mi papá. Cuando mi papa vivía en España, en Madrid, así como decía el, yo sacaba la ropa de mi papá, su pantalón, su polo, lo que me encontraba…lo abrazaba, todo… lo abrazaba…
Entrevistadora: sentías su olor?
Alumno: si, se siente bien…
Alumna: ah ah, sí se siente…
Alumno: te sientes protegido, como si estuviera a tu lado apachurrándote!’ (Grupo mixto 2)
Sustitución del ausente: Reemplazo emocional y de cuidados
De la misma manera, la red familiar y el apoyo del progenitor que se ha quedado son de crucial importancia para reflexionar y entender las razones de la migración del progenitor y no sentirse por ello abandonados. Las personas que se encargan actualmente de su cuidado son las madres en los casos familiares de emigración paterna (incluso cuando el padre ha retornado), y los padres para los casos de emigración materna. Para este último caso, cabe resaltar, la diversidad de situaciones que se producen con respecto al cuidado ya que el padre no es la única persona que se ocupa de esta tarea. Encontramos que cuando la madre emigra, diversas personas la remplazan en las tareas de cuidado de su descendencia y del hogar, siendo así los alumnos y alumnas cuidados por su padre, sus hermanos y hermanas, tías y tíos, abuelos y abuela. Esta red familiar se reparte las tareas del cuidado, para las cuales en algunas ocasiones la figura del progenitor masculino es completamente sustituida por otros parientes y por los cuidados maternos desde la distancia. En cambio, cuando es el padre quien ha emigrado, se verifica otra situación. En este caso, siempre es la madre que se ha quedado en origen la que asume el primer puesto (aunque a veces ayudada por otros familiares) en el cuidado de sus hijos/as. Situación que se mantiene inalterada incluso cuando retorna el progenitor emigrado: aunque el padre haya retornado, es la madre que sigue siendo la principal cuidadora y por lo tanto no se producen reajustes al respecto. En cambio, cuando es la madre quien retorna, el cuidado en el hogar se reorganiza para ser de nuevo asumido (aunque no exclusivamente) por la figura materna.
Los sentimientos hacia las personas que les cuidan son parecidos en los diferentes casos familiares. Todos reconocen el esfuerzo de sus cuidadores, y por ellos sienten admiración, respeto y cariño. Pero podemos encontrar alguna diferencia con respecto a la delegación, repartición y sustitución de cuidados. Cuando las personas cuidadoras son parte de la familia extensa cómo tías o tíos o abuelas y abuelos no hay comparación posible en cuanto a los sentimientos experimentados hacia el progenitor ausente y por lo tanto no consiguen “remplazar esa figura”. Especialmente cuando es la madre quien emigra, los alumnos/as sienten que la/s persona/s que les cuidan (padre, hermanas/os, abuela etc.), no “sustituye” ni “remplaza” la figura de la madre. En cambio, cuando es el padre quien emigra, los alumnos reconocen que la madre “reemplaza” la figura paterna, llenando ese vacío que el padre deja en el hogar y cumpliendo con el papel de madre y de padre a la vez. Por esta razón, algunos alumnos con padre emigrado reconocen “sentir más” hacia sus madres. Resumiendo, cuando se les pregunta si la persona que les cuida actualmente ha sustituido a la persona emigrada, destacan diferentes consideraciones según quien sea la persona ausente y también en función de quien es la persona que les cuida actualmente: “No, nadie podría sustituir a mi mamá, ella es única.” (Alumna con madre emigrada, cuidada por el hermano).
Relaciones con el progenitor ausente: Cuidados y afectos en la distancia
Con respecto al cuidado desde la distancia también destacan algunas similitudes y diferencias entre los grupos: en su gran mayoría todos los alumnos se sienten cuidados desde la distancia por sus progenitores emigrados. Aun así, se encuentra una ligera diferencia entre los dos casos: todos los alumnos con madres emigradas se sienten cuidados desde la distancia mientras que algunos alumnos con padre emigrado no sienten eso y otros no saben o no quieren contestar a esa pregunta. Por lo tanto podemos decir que la presencia del padre en la distancia para el cuidado de sus hijos parece menor con respecto a la presencia de la madre. Otra diferencia relevante es el tipo o la calidad de cuidado que los progenitores ejercen desde la distancia, o mejor dicho el cuidado que los hijos sienten y cuentan recibir. Podemos destacar que el cuidado que ejercen las madres, es un cuidado más de tipo cotidiano y que se manifiesta con preocupaciones diarias sobre la alimentación, la salud, los estudios, amistades, estados de ánimo, economía y quehaceres cotidianos de los hijos/as. Éstos/as sienten que sus madres pretenden seguir ejerciendo control sobre esos ámbitos de sus vidas, tal y cómo lo hacían antes de haber emigrado. Todos y todas se sienten cuidados en la distancia por sus madres, quienes, desde que han emigrado, han modificado, reajustado y sustituido esos cuidados físicos y personales por preocupaciones virtuales, que se expresan a través de los medios de comunicación, especialmente a través del teléfono e internet. Estos cuidados virtuales se revelan a través de un interés cotidiano por conocer cómo se sienten sus hijos y por expresarles a su vez sus estados de ánimos personales desde el otro lado del cable telefónico.
‘Ella siempre me llama y me pregunta como estoy. Le cuento todo lo que me pasa diariamente, al igual que ella a mí.’ (Alumna con madre emigrada)
Vale decir que cuando la madre emigra, a pesar de la distancia sigue manteniendo su figura de cuidadora, aparte de asumir un nuevo papel que es el de sustentadora económica de la familia. La madre emigrada sigue manteniendo su rol de reproductora y además asume el de productora (que a veces ya tenía antes de la emigración). También cabe resaltar que este último papel es menos percibido como parte del cuidado, a pesar de ser fundamentalmente la razón que ellos mismos reconocen como desencadenante de la emigración materna. En cambio, cuando es el padre quien ha emigrado, los alumnos se sienten cuidados desde la distancia, porque los papás se preocupan por sus hijos a través de llamadas, dándoles consejos y mandando dinero que luego la madre administra para las necesidades familiares.
Los interrogados, destacan un tipo de cuidado materno relacionado más con la esfera reproductiva y menos con el aporte materno a la esfera productiva y sustentadora económica del hogar. En cambio, cuando el padre emigra, a raíz de la distancia pierde un poco o casi del todo el rol de cuidador en la esfera reproductiva (si es que lo ha tenido antes de la migración) y los hijos reconocen su cuidado en la distancia sobre todo cómo sustentador económico de la familia y como persona-amigo que les da consejos.
‘Me pregunta cómo me va y me manda dinero para comprar cosas.’ (Alumno con padre emigrado)
El reajuste del retorno
El retorno al hogar de la madre y/o padre emigrado es fuente inevitable de reajustes en la organización y estructura familiar, acompañados por momentos de discusión y sentimientos de rencores.
‘Llegó y empezó a poner reglas, a decirme “qué cuentas”, quería saber todo, yo le dije que tiene que conocerme más, no tiene que conocer los 3 años en un día…’ (Alumna con padre retornado)
Los reajustes en el hogar también significan hacer un ejercicio de socialización con el progenitor retornado.
Los años pasados en la distancia hacen que se pierda la confianza y cotidianidad con esa persona, y por lo tanto se producen momentos o situaciones incomodas por empezar a convivir con una persona casi desconocida:
‘Yo me sentía algo incómoda porque no me acostumbraba de que una persona vivía en mi casa… mi mamá se iba a trabajar y me quedaba con mi papá, yo me encerraba en mi cuarto, por no conocerlo me encerraba cada día, cuando llegaba mi mamá recién comía…no hacía nada, me encerraba en mi cuarto, como no tenía tanta confianza.’ (Alumna con padre retornado)
Además, al regresar el progenitor, se resitúan nuevamente los roles en un contexto en donde los sujetos también han cambiado. El rol de las madres parece ser más estricto y autoritario, tanto si están presentes en el hogar, cómo desde la distancia:
‘Mi madre aunque estaba lejos igual ponía reglas… igual, y cuando llegó fue mas estricta ya… antes cuando mi mamá no estaba, nos íbamos a dormir a las 11, nos quedábamos viendo películas, ahora no, ahora todos a las 10:00, 10:30 y no, yo no me siento incomodo, estoy acostumbrado de antes… Antes me despertaba a las 10 casi a las 11 y ahora mi mama me levanta a las 8, si no me levanto me tira agua.’ (Alumno con madre retornada)
Los padres, tanto desde la distancia como con su presencia en el hogar cuando retornan, parecen más permisivos y flexibles, siendo menos controladores que las madres y rompiendo las normas y el rigor que ellas han establecido, llegando a conceder actividades fuera del horario habitual impuesto por las madres.
La reincorporación de la madre en la estructura familiar, en su rol anterior de cuidadora, se combina con el aprendizaje de autocuidado que los hijos han ejercido en su ausencia y que a su regreso, siguen cumpliendo como es el caso de la cocina:
‘Yo me cocinaba, con mi hermano, el año pasado mi papá no tenía tiempo, y más gastábamos comprando en menú que cocinando… y mi papá me dice cocínense… la primera vez que cocinamos se quemó todo… pero poco a poco aprendimos a hacer todo… cuando mi mamá vino, mi mamá se va a trabajar y me dice ahí hijo te dejo lentejas, frijoles, haz tu arroz, fríe tu huevo, ya, le digo… me hago mi arroz, me sale bien… uno tiene que aprender a cocinar, si uno su mamá no está ahí que va a hacer, como se alimenta… cocinando… yo cociné aprendí a cocinar también, para mi gusto está bien.’ (Alumno con madre retornada).
Conclusiones
Como se ha presentado en el apartado de resultados, existe ambivalencia de sentimientos en las hijas e hijos que se quedan, sentimientos que al principio son negativos y que con el tiempo evolucionan a positivos, pero que están determinados por un equilibrio muy frágil. Así, la ambivalencia queda latente; los sentimientos no son del todo positivos o negativos, ni excluyentes entre sí, de tal manera que el sentimiento de tristeza es circular y recurrente, nunca llega a apagarse del todo, y es alimentado por las mismas características de la ausencia migratoria: no es una pérdida total, es una pérdida ambigua, que pretende ser transitoria, pero que no acaba de terminarse (Falicov, 2001; González Calvo, 2005; Achotegui, 2012; Ramos Tovar, 2012). De esta manera, acostumbrarse a la ausencia primero, y a la distancia después, no significa extinguir del todo el duelo, y refuerza el deseo del regreso del progenitor o incluso el deseo que la migración nunca se hubiera producido, a pesar de todos los beneficios materiales que ellos mismos reconocen y aprecian.
Las estrategias y dispositivos emocionales de elaboración del duelo se activan en la descendencia de igual manera cuando emigra la madre o el padre, pero la migración materna es fuente de reajustes emocionales y de cuidados más radicales en la estructura familiar, así que también la elaboración del duelo parece ser más complicada.
Así, los aspectos relacionados con las tareas del cuidado, se perciben más des-estructuradores cuando es la madre quien emigra, dejando de manifiesto la ausencia de una figura fundamental para el funcionamiento del hogar y para el bienestar emocional de las hijas e hijos. Por estas razones, la relación que se instaura desde la distancia con las madres es más frecuente e intensa, las cuales siguen cumpliendo con su papel de cuidadora de manera virtual. Las redes familiares de cuidados que se tejen alrededor del hogar son de crucial importancia para su funcionamiento y para el bienestar emocional de la descendencia, que a pesar de todo, considera el remplazo emocional de la madre como algo imposible, tanto por parte del otro progenitor, así como por parte de otros parientes. La madre sigue siendo la figura primordial del sistema reproductivo a pesar de su incorporación en el ámbito económico y migratorio, y por estas razones se le acarrean responsabilidades y obligaciones morales que incluso desde la distancia tiene que cumplir (Herrera, 2013; Lagomarsino, 2014; Pedone, 2008).
En sustancia, el nexo entre emociones, afectos y relaciones de cuidado que las/os entrevistadas/os destacan en sus testimonios, pone de manifiesto el desencaje del sistema patriarcal en estos tiempos neo-liberales, de feminización de la migración y de crisis multidimensional de los cuidados (Pérez Orozco 2011; Acosta González, 2015). Los cuidados, a pesar de ser compartidos por los padres y las redes de parentesco (Gonzálvez Torralbo, 2013), siguen siendo privatizados, determinados por mandatos de género, de poder y dominación así como delatan los discursos y los dispositivos emocionales de la descendencia entrevistada en esta investigación.
Por estas razones se considera con este articulo la necesidad de replantearnos como sociedad las relaciones de género en nuestras estructuras sociales y de posicionar a nivel científico y político los “cuidados y la sostenibilidad de la vida en el centro” (Peréz Orozco 2011).